"Imagination is the one weapon in the war against reality."

Jules De Gaultier



domingo, 9 de septiembre de 2007

El Candidato Indiscreto: Episodio XVIII

“¿Alguien te ha dicho que eres un imán de problemas?” Me pregunta Esteban Sucre, Director de la Policía Técnica Judicial.

Los cuento con los dedos. “Mi madre, mi padre, mis hermanos, mi jefe, mi—”

“¡Basta!” Hoy Esteban me tiene menos paciencia que de costumbre. “¿Tienes idea del tiempo que invertimos en preparar ese operativo en Babylonia, para que tú lo echaras a perder en una sola noche?”

“Técnicamente, no lo arruiné;” replico en mi defensa. “Es más, aporté bastante.” En las horas posteriores al incidente del club nocturno hemos logrado aclarar varios puntos en las claustrofóbicas oficinas de la PTJ. Y uno de esos es que gracias a mí Sucre tiene dos casos en lugar de uno. Él había estado tras la pista de Leo por varias semanas. El imbécil se había montado un negocio redondo: Hacía desaparecer cocaína del cuarto de evidencia, o simplemente la decomisaba en redadas improvisadas y nunca la entregaba, y luego la revendía a precio callejero. Pero su ganancia era del cien por ciento, muy por encima de los proveedores habituales que tienen que comprársela a los traficantes. Temo que no le irá nada bien en la cárcel. Y quizás por eso está cooperando completamente con sus colegas, con la esperanza de que le den un buen deal que le permita escapar ese suplicio.

Lo que yo le entregué a Sucre en bandeja de plata fue un segundo caso en contra de Leo: El delito de extorsión. Después de que las pruebas caligráficas comprobaron que fue él quien llenó la guía del courier en el que llegó al partido el CD con las fotos de Lucero Coronado, él empezó a contar su versión de los hechos, bajo la medición del polígrafo que Samuel hábilmente maneja.

“Esa stripper estúpida me compraba hierba de vez en cuando,” Leo confiesa ante nuestros ojos. “Me debía una plata, así que una noche la seguí para darle su merecido. Y vi que fue a dejar un sobre manila bajo la puerta del partido de Coronado. Eso fue justo después de la última fiesta que él tuvo. Y de repente apareció la investigadora esa en el club. Cualquiera con dos dedos de frente podía entender lo que pasaba. Yo sabía que Virgilio le conseguía cristal a la hija de Coronado.” Resulta que, pese a mis suposiciones, Virgilio es inocente de todo, salvo de ser un amigo alcahueta. Pero creo que su establecimiento no será muy popular, luego de que la mitad de su clientela resultó ser policías en cubierto. Justicia poética. “Así que fui a una de esas fiestas. Y tomé las fotos. Y ya saben lo demás.” Por eso Leo estaba tan alterado al ver que Caridad planeaba salir del país. Él estaba actuando independiente, y contaba con que ella fuera su chivo expiatorio si las cosas se ponían color de hormiga. Y si ella regresaba a Colombia, él quedaba en el ojo de la tormenta.

“Hemos estado interrogando a la tal Caridad,” revela Sucre. “Ella niega todo vehementemente. Y no tenemos evidencia en su contra. Ni siquiera tenemos prueba de que las supuestas fotos de Coronado existan. Las únicas que hemos visto son las de su hija, las que Leo tomó.” Sucre hace una pausa y me mira con desconfianza. “Tú no sabrás nada al respecto, ¿verdad, Sabrina?”

Obviamente El Partido del Billete hizo todo lo posible por ocultar las fotos comprometedoras. Si llegaban al despacho de algún Inspector de la PTJ, al día siguiente serían la primera plana de El Siglo. No hay nada que pueda hacer yo por Esteban. De todos modos, me siento un poco mal al mentirle. Quizás es lo feliz que me siento al saber que el Director de la PTJ no es tan corrupto como me temía.

“Nada que me conste,” respondo. “Trabajaba bajo instrucciones de mis clientes.” Aunque no me siento tan mal, después de todo. Lo cierto es que, pase lo que pase, Esteban Sucre y yo no seremos grandes amigos.

Y sólo estoy mintiendo porque mi investigación no ha concluido.


CONTINUARÁ...
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