"Imagination is the one weapon in the war against reality."

Jules De Gaultier



sábado, 9 de diciembre de 2006

El Candidato Indiscreto: Episodio IV

Samuel Prado es el propietario de Baker Street Security. En ocasiones tiene destellos de genialidad en la Criminalística, lo cual me hace intuir que la mayor parte del tiempo disimula sus habilidades. El hecho de que parece uno de los conquistadores españoles le ayuda a pasar inadvertido.

“Hoy es tu día de suerte, Sabrina;” anuncia al verme entrar a su oficina.

“¿Duplicarás mi salario?” Me siento frente a él y apoyo los talones en el borde de su pupitre.

“Buen intento,” sonríe al empujar mis botas hacia el piso. “Conseguimos huellas,” me informa al levantar la bolsa transparente que contiene las fotos comprometedoras. “La mala noticia es que no coinciden con las que has traído,” advierte. Me he robado todos los vasos de shots de Babylonia que he podido, para que Samuel levante las huellas de las strippers. Pero faltan varias. “Indagaré si están registradas en algún lado, pero no estoy optimista. Ya sabes cómo es este país.”

Señalo el grupo de fotos. “¿Me las prestas? Quiero consultar otro especialista.” Samuel asiente y me llevo la bolsa a mi oficina, en donde tomo una breve siesta. Trabajar de día y de noche está alterando mi reloj biológico. Y ni hablar de lo que eso le hace a mi cutis.

Un rato después despierto, me pongo mis gafas oscuras y salgo en mi Honda CR-V blanco a explorar otra arista del caso. A mis clientes les encantaría que Mario Echevers quedara embarrado en este lío. Se las ingeniarían para que su intento de chantaje saliera a la luz pública sin que la atención se centrara en las indiscreciones de Coronado, y eliminarían del camino al mayor obstáculo entre ellos y la Presidencia. No me emociona la idea de jugar pelota con ellos, pero individuos vinculados al colectivo de Echevers han sido vistos rondando las oficinas del Partido Innominado y la residencia de Oliver. Antes de que las fotos surgieran, ellos creían que buscaban coimear a alguno de sus empleados para obtener información de sus estrategias, pero desde el instante en que llegó el sobre manila todos han clamado por la cabeza de Echevers. En lo personal, sigo creyendo que alguien dentro de Babylonia tiene que estar involucrado, pero mi labor es descartar todas las posibilidades.

Paso el resto de la tarde patrullando la sede del partido y áreas aledañas. En mi aburrimiento escucho mi CD de Queen dos veces consecutivas y fantaseo con una tarea de vigilancia emocionante, como en las películas. En la vida real son monótonas, desesperantes, e incrementan mis posibilidades de suicidio. Sin embargo, cuando Oliver sale del local y aborda su vehículo, noto otro automóvil al final de la calle que inicia la marcha y lo sigue discretamente. ¿Qué tenemos aquí? La caravana de espionaje nos lleva hasta la residencia de Coronado, en donde el auto sospechoso da varias vueltas perezosas pero no termina de marcharse. Lidio con un amateur; ni siquiera se ha fijado en mi presencia.

Ya cuando ha caído la noche el auto se detiene unas cuantas casas antes de la de Oliver y de su interior desciende un sujeto que camina a prisa hacia ella. Mientras tanto, el carro avanza muy despacio. El mensajero llega al portal de la casa y desliza un sobre blanco bajo la puerta. En el ínterin le saco una docena de fotografías. Su transporte alcanza la casa justo cuando él vuelve a la acera; se sube y reanudan la marcha.

¡Bingo!

Los sigo hasta una casa en Cerro Viento, en donde el mensajero se despide y se baja. Ya tengo la placa y la dirección. Y suficientes fotos como para hacer un álbum. Me dispongo a seguir al conductor cuando mi celular suena.

“Sabrina, ¿dónde estás?” Es uno de los meseros del club. “Virgilio anda preguntando por ti, y no te voy a poder tapar por mucho tiempo. ¡Muévete!”

“Voy en camino,” le informo con un suspiro de resignación. Supongo que mi cerebro bloqueó que era hora de volver al altar de la testosterona.
CONTINUARÁ...