"Imagination is the one weapon in the war against reality."

Jules De Gaultier



domingo, 1 de abril de 2007

El Candidato Indiscreto: Episodio X

Menos mal que la jornada en Babylonia está por terminar. Cada noche se me hace más difícil fingir el rol que me corresponde, a sabiendas de que Leo sigue en el área conduciendo impune sus negocios. Cuando concluya este caso ojalá tenga oportunidad de dedicarle algo de tiempo, a ver si se lo entrego a la policía con un lazo de regalo en la cabeza.

Para empeorar las cosas, desde nuestro incidente en el baño del otro día Virgilio ha optado por dedicarme mayor atención. Es peor de lo que suena. Mientras tomo un break en la barra, él se sienta a mi lado. “Cansada, ¿no?” Me pregunta. Asiento con la cabeza. Extraño mi cama. “Hay otra posición más lucrativa en la que no te cansarías tanto.” El ron es como una nube alrededor de su cabeza.

“Ya te he dicho que no estoy interesada,” le advierto sin mirarlo.

“Eres una mujer bella, con un cuerpo de película. Deberías explotarlo. A las bailarinas aquí les va muy bien. Cualquiera te lo dirá.” Me da una palmada en el muslo y se levanta. “Piénsalo y me avisas, ¿sí?” Lo que en realidad significa ‘Decídete que sí y me avisas’. Necesito cerrar este caso rápido. O acabaré vaciando una bolsa de hielo dentro del pantalón de Virgilio. A lo mejor debo renunciar de una buena vez. Éste ángulo no me ha dado buenos resultados. Tengo suficientes vasos de shot en la oficina para abrir mi propio bar, pero ninguno con las huellas digitales que busco. Y ninguna de las strippers va a dejar que una mesera se acerque lo suficiente a su grupo como para—

“Oye, tu nombre es Sabrina, ¿no?” La pregunta proviene de Donna, una de las chicas con las que previamente he hablado. “Ya la noche está casi muerta; en cualquier minuto cierran. Algunas de las muchachas nos vamos a ir a tomar unos traguitos en un rato. ¿Quieres venir con nosotras?”

¡Bingo!

Podría besar a Virgilio (Pero no lo haré). ¿Quién habría sospechado que sus insinuaciones y sus faltas de respeto serían la clave para ganarme la simpatía de las bailarinas? De haberlo sabido habría propiciado la situación antes…

Las muchachas—Nueve colombianas, cuatro ecuatorianas, y una panameña discriminada por sus propios compatriotas—me llevan a Farmer’s, una especie de cantina de la cual no me sorprendería que no todos sus clientes salieran intactos.

Como era de esperarse, todas toman turnos para hablar mal de Virgilio. Es como un rito de iniciación. Y tengo que reconocer que hasta ahora me ha tocado la versión light del propietario del club. Una razón más para hundirlo a él y a Leo cuando esto acabe.

Lo que sí es una sorpresa relativamente grata es que resulta divertido pasar el rato con este grupo de bailarinas. Llevo tantos días criticándolas y burlándome de ellas en mi mente, que no había hecho el intento de verlas como personas. Estas chicas llevan una vida bastante alternativa, pero no son la historia trágica que uno se imagina. Son mujeres que hicieron una elección, y están orgullosas de ella. Y eso lo respeto. Tanto que me ofrezco a pagar varias rondas en el bar.

A medida que el nivel de alcohol va aumentando, los temas de conversación van variando, y las muchachas empiezan a contar historias jocosas de sus clientes. Belén me dice que ese es un buen motivo para ingresar al negocio: Todo las noches hay algo muy gracioso.

“Pero Caridad tiene el cliente más interesante de todas,” advierte Donna, y todas volteamos a mirar a la susodicha, una de las menos extrovertidas. “¿Por qué no nos cuentas, Cari?” En esa fracción de segundo una alarma se activa en mi cabeza, y por primera vez reconozco a Caridad como una de las chicas que aparecía—Parcialmente—en las fotos del extorsionador. “¿Ustedes saben quién es Oliver Coronado?” Donna añade, con picardía.

Encargo la siguiente ronda de bebidas, e invito a Caridad a hablar.
CONTINUARÁ...
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