Ésta no es la imagen publicitaria ideal para Baker Street Security: Su investigadora estrella reunida en Farmer’s con un grupo de strippers. Para todo lo demás existe Mastercard… Pero ignoro a los hombres que nos rondan como buitres, porque todo mi interés está dedicado a Caridad—el nombre ideal para una bailarina, si me preguntan—quien acaba de revelar que es la consentida de Oliver Coronado, mi cliente y el próximo Presidente de Panamá.
“Él es muy caballeroso,” relata Caridad. “Ya no se ven hombres como él en el club. Y es muy discreto.” Al igual que ella, que nos esquiva con detalles insignificantes.
“Y por eso es que siempre organiza fiestas privadas,” agrega Belén. “A las cuales, claro, Cari es la primera invitada.” Arqueo una ceja, invitándola a responder.
“Vea pues, que yo no soy la única;” replica Caridad. “A él le gustan varias chicas.”
“Pero su preferida eres tú, no lo disimules;” insiste Donna. “Cuéntanos, ¿cuál es tu secreto?”
Caridad se encoge de hombros. “No sé, no me gusta hablar de esas cosas fuera del trabajo;” finalmente dice. “¿Podemos cambiar el tema, pues?”
En menos de una hora Caridad y yo somos grandes amigas. Puedo ser muy sociable si me lo propongo. Descubro que gran parte de lo que gana lo remite a Colombia, a su madre desempleada, para que mantenga a su hermana menor. También me confiesa que la mayor parte del dinero la señora lo consume en su alcoholismo desenfrenado. Ha jurado no volver a pisar su tierra, porque no quiere volver a verla. Llego a la orilla de la simpatía con su historia, pero me recuerdo a mí misma que estas mujeres ni siquiera utilizan el nombre con el cual fueron bautizadas. ¿Cómo puedo creerles cualquier otra cosa?
Por supuesto que el tema de Oliver no lo vuelvo a mover. Lo único que lograría, a estas alturas, sería alienar a mi nueva amiga. Pero está bien, eso es secundario. ¿Recuerdan que ya he costeado varias rondas de tragos diversos para todas? Eso me ha dado la oportunidad de ir y venir como vasos plásticos y botellas de cerveza. Y llevo una cartera lo suficientemente grande como para guardar muestras de las huellas digitales de cada una de mis acompañantes. Incluyendo a Caridad.
El sol está saliendo cuando el agotamiento puede más que nosotras, y nos despedimos. Yo le doy el bote a algunas y, cuando ya voy sola en mi CR-V, mis párpados me exigen dirigirme a mi apartamento y acumular la mayor cantidad de horas de sueño posible. Pero mi mente me impide complacer a mi cuerpo. Cuando hablamos de Coronado, las muchachas varias veces hicieron referencia a fiestas privadas. Eso reduce mis opciones. Si las fotos comprometedoras fueron tomadas en una de esas fiestas, eso implica que detrás de la cámara había alguien con acceso interno. Y es imposible que al pensar en eso uno no se acuerde de Virgilio, el sospechoso perfecto. Sus negocios con Leo dejan claro que es capaz de cosas peores.
Decido visitar la oficina de Virgilio. Mi impaciencia me impide esperar un día más para indagar quién es, a qué se dedica, y cuáles son sus debilidades. Mi primera parada, por supuesto, es en la oficina que tiene arriba de Babylonia. No hay mejor momento que éste. Después de una ardua noche de trabajo, ya Virgilio debe estar en casa. Al menos, eso me digo a mí misma. A lo mejor pueda atribuírselo al cansancio, al sueño, o a las cervezas ingeridas. Lo cierto es que lo último que esperaba encontrarme al infiltrarme en la oficina es a Virgilio dentro de ella.
Houston, tenemos un problema.
“Él es muy caballeroso,” relata Caridad. “Ya no se ven hombres como él en el club. Y es muy discreto.” Al igual que ella, que nos esquiva con detalles insignificantes.
“Y por eso es que siempre organiza fiestas privadas,” agrega Belén. “A las cuales, claro, Cari es la primera invitada.” Arqueo una ceja, invitándola a responder.
“Vea pues, que yo no soy la única;” replica Caridad. “A él le gustan varias chicas.”
“Pero su preferida eres tú, no lo disimules;” insiste Donna. “Cuéntanos, ¿cuál es tu secreto?”
Caridad se encoge de hombros. “No sé, no me gusta hablar de esas cosas fuera del trabajo;” finalmente dice. “¿Podemos cambiar el tema, pues?”
En menos de una hora Caridad y yo somos grandes amigas. Puedo ser muy sociable si me lo propongo. Descubro que gran parte de lo que gana lo remite a Colombia, a su madre desempleada, para que mantenga a su hermana menor. También me confiesa que la mayor parte del dinero la señora lo consume en su alcoholismo desenfrenado. Ha jurado no volver a pisar su tierra, porque no quiere volver a verla. Llego a la orilla de la simpatía con su historia, pero me recuerdo a mí misma que estas mujeres ni siquiera utilizan el nombre con el cual fueron bautizadas. ¿Cómo puedo creerles cualquier otra cosa?
Por supuesto que el tema de Oliver no lo vuelvo a mover. Lo único que lograría, a estas alturas, sería alienar a mi nueva amiga. Pero está bien, eso es secundario. ¿Recuerdan que ya he costeado varias rondas de tragos diversos para todas? Eso me ha dado la oportunidad de ir y venir como vasos plásticos y botellas de cerveza. Y llevo una cartera lo suficientemente grande como para guardar muestras de las huellas digitales de cada una de mis acompañantes. Incluyendo a Caridad.
El sol está saliendo cuando el agotamiento puede más que nosotras, y nos despedimos. Yo le doy el bote a algunas y, cuando ya voy sola en mi CR-V, mis párpados me exigen dirigirme a mi apartamento y acumular la mayor cantidad de horas de sueño posible. Pero mi mente me impide complacer a mi cuerpo. Cuando hablamos de Coronado, las muchachas varias veces hicieron referencia a fiestas privadas. Eso reduce mis opciones. Si las fotos comprometedoras fueron tomadas en una de esas fiestas, eso implica que detrás de la cámara había alguien con acceso interno. Y es imposible que al pensar en eso uno no se acuerde de Virgilio, el sospechoso perfecto. Sus negocios con Leo dejan claro que es capaz de cosas peores.
Decido visitar la oficina de Virgilio. Mi impaciencia me impide esperar un día más para indagar quién es, a qué se dedica, y cuáles son sus debilidades. Mi primera parada, por supuesto, es en la oficina que tiene arriba de Babylonia. No hay mejor momento que éste. Después de una ardua noche de trabajo, ya Virgilio debe estar en casa. Al menos, eso me digo a mí misma. A lo mejor pueda atribuírselo al cansancio, al sueño, o a las cervezas ingeridas. Lo cierto es que lo último que esperaba encontrarme al infiltrarme en la oficina es a Virgilio dentro de ella.
Houston, tenemos un problema.
CONTINUARÁ...
EPISODIOS ANTERIORES
Episodio I: http://rfjplanet.blogspot.com/2006/10/el-candidato-indiscreto-episodio-i.html
Episodio II: http://rfjplanet.blogspot.com/2006/10/el-candidato-indiscreto-episodio-ii.html
Episodio III: http://rfjplanet.blogspot.com/2006/11/el-candidato-indiscreto-episodio-iii.html
Episodio IV: http://rfjplanet.blogspot.com/2006/12/el-candidato-indiscreto-episodio-iv.html
Episodio V: http://rfjplanet.blogspot.com/2007/01/el-candidato-indiscreto-episodio-v.html
Episodio VI: http://rfjplanet.blogspot.com/2007/01/el-candidato-indiscreto-episodio-vi.html
Episodio VII: http://rfjplanet.blogspot.com/2007/01/el-candidato-indiscreto-episodio-vii.html
Episodio VIII: http://rfjplanet.blogspot.com/2007/02/el-candidato-indiscreto-episodio-viii.html
Episodio IX: http://rfjplanet.blogspot.com/2007/03/el-candidato-indiscreto-episodio-ix.html
Episodio II: http://rfjplanet.blogspot.com/2006/10/el-candidato-indiscreto-episodio-ii.html
Episodio III: http://rfjplanet.blogspot.com/2006/11/el-candidato-indiscreto-episodio-iii.html
Episodio IV: http://rfjplanet.blogspot.com/2006/12/el-candidato-indiscreto-episodio-iv.html
Episodio V: http://rfjplanet.blogspot.com/2007/01/el-candidato-indiscreto-episodio-v.html
Episodio VI: http://rfjplanet.blogspot.com/2007/01/el-candidato-indiscreto-episodio-vi.html
Episodio VII: http://rfjplanet.blogspot.com/2007/01/el-candidato-indiscreto-episodio-vii.html
Episodio VIII: http://rfjplanet.blogspot.com/2007/02/el-candidato-indiscreto-episodio-viii.html
Episodio IX: http://rfjplanet.blogspot.com/2007/03/el-candidato-indiscreto-episodio-ix.html
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