"Imagination is the one weapon in the war against reality."

Jules De Gaultier



lunes, 1 de enero de 2007

El Candidato Indiscreto: Episodio V

Comienzo a creer que estoy desperdiciando el tiempo en Babylonia. Pero sé que esa idea surge por mis ganas de alejarme del comercio de la carne. La mecánica en este sitio es curiosa: Es cierto que los hombres las tratan como mercancía, pero las strippers en el fondo los tratan con un desprecio singular que ellos ni siquiera notan. ¿Quién tiene el control, en realidad?

Mi mente no deja de pensar en el sobre que fue depositado en casa de Coronado y cuál es su contenido probable. Inclusive llego a ignorar a algunos clientes, accidentalmente. Pero en el instante en que diviso al sujeto de orejas llamativas y párpados caídos que ronda estos lares, aquel enigma queda relegado a segundo plano. Está inclinado hacia el asiento de un cliente, platicando. Pero la charla no dura mucho, y él camina hacia el baño de varones. No me sorprende que unos momentos después su interlocutor siga el mismo rumbo. No es necesario ser Ingeniera Aeroespacial para deducir lo que sucede.

Dejo mi bandeja en una esquina del bar y me abro paso en la misma dirección. Hace varios días que tenía un feeling sobre esto. Otro hombre está por entrar al baño, pero cuando ve que yo abro la puerta e ingreso sin titubear, decide posponer su visita. Mi aparición es oportuna; el dinero y el sobre transparente están intercambiando manos.

“¡¿Qué está pasando aquí?!” Reclamo al acercarme a ellos. El comprador palidece y la bolsita de cocaína se desliza entre sus dedos y cae al piso. Agacha la cabeza y pasa a toda prisa a mi lado, desesperado por escapar del club.

“¡Y, ¿quién se supone que eres tú?!” Protesta el vendedor al agacharse para recoger su producto. Coloco la suela de mi zapato sobre la bolsa para impedírselo.

“Trabajo aquí, y voy a llamar a la policía;” le advierto. Para mi desconcierto, suelta una carcajada, luciendo su dentadura descuidada.

“¿Quieres usar mi celular?” Me ofrece su Ericsson. Acto seguido hace una llamada y, sin quitarme los ojos de encima, dice; “Es Leo. Tengo una situación con una de tus empleadas.” Houston, tenemos un problema.

Minutos después aparece Virgilio, el dueño de Babylonia. Y no luce alegre. “Mira lo que estaba vendiendo,” le informo al retirar mi pie de la bolsita. Rápidamente Leo se inclina y la hace desaparecer en su bolsillo.

“No veo nada,” Virgilio se encoge de hombros. ¡Bastardo! Leo se ríe de mi expresión, le da una palmada en el hombro y abandona el baño. “Te lo voy a poner muy claro, Sabrina;” Virgilio me advierte al interponerse entre la salida y yo. “No te metas con Leo. Para ti, él no existe. ¿Captas?”

Whatever,” murmuro resignada al tratar de llegar a la puerta. Virgilio me toma de la muñeca, me gira y me coloca contra la pared. Su cuerpo se acerca demasiado al mío. “Virgilio, por favor…”

“Hay muchos beneficios que puedes obtener en Babylonia si aprendes a seguir las reglas,” me dice al oído. Su mano se desliza por mi muslo hasta mi cintura. Hay varias formas en las que podría dejarlo de cabeza en un inodoro. Podría torcer el brazo con el que me sujeta para que se tenga que bañar en Cofal por dos días. Pero intento fingir debilidad, mantener mi cubierta. Sin embargo, si esa mano sigue subiendo no responderé por mis actos.

Como si leyera mi mente, Virgilio me suelta. Me guiña un ojo y me deja a solas en el baño. Tomo unos minutos para ponerle riendas a mi ira. Cuando salgo, una de las bailarinas, Donna, está fumando en una esquina. Me mira de arriba a abajo y me dice, “Ten cuidado con esos dos.” Por primera vez escucho simpatía en su voz. “Son una mala mezcla.”

Ergo, Babylonia acaba de volver a ser un sitio interesante para mí.

CONTINUARÁ...
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