Odio las Palm Pilots. Virgilio tiene una. Y siempre que necesita anotar algo, lo hace en ella. Ergo, para obtener una muestra de su caligrafía tendré que colarme de nuevo en su oficina. Y después de la última vez que lo hice, no es una experiencia que ansíe repetir.
Peor aún, esta noche no tendré oportunidad de lograrlo. Me he enterado que a veces, cuando Virgilio está de ánimos, organiza ‘fiestas privadas’ para sí mismo con algunas de las bailarinas. Se lleva unas cuantas botellas del bar y se encierra—adivinen dónde—en su oficina. Sé esto porque Belén trató de insinuarme que las acompañara. Donna saltó en mi defensa y llegó casi a insultarla antes de que yo pudiera declinar la invitación.
El humo de cigarrillo concentrado afecta mis ojos, así que en mi break opto por salir al estacionamiento a ordenar mis ideas. Samuel tiene razón. Cada día que dejamos pasar aumentan las posibilidades de que la situación con Caridad se complique. Pero no tengo el feeling de que ella sea una chantajista, ni siquiera cómplice. Me lo esperaría de varias otras bailarinas de Babylonia, pero no ella.
Mi quijada llega casi a estrellarse con el pavimento cuando veo aparecer el Renault verde que me ha seguido últimamente y estacionarse como si nada en el parking del club. Las orejas parabólicas que de él descienden son inconfundibles: Leo es su conductor. Mi mente empieza a procesar la información a alta velocidad, y los músculos de mi cuerpo se van tensando para la inevitable confrontación. Pero Leo pasa a mi lado como si nada. Bajo sus párpados caídos sólo porta la habitual mirada desconfiada de todas las noches. Me saluda con un frío movimiento de la cabeza y entra a Babylonia. No hay un ápice de hostilidad de su parte hacia mí. Pero mis músculos se rehúsan a relajarse. El encuentro me parece incongruente, hasta que me percato de lo obvio: Leo no sospecha que ya yo lo he detectado siguiéndome. Por eso no le preocupa en lo más mínimo que yo lo haya visto llegar en el Renault. A lo mejor la noche no será un total desperdicio, después de todo. Con la mayor naturalidad posible tomo el número de la placa y llamo al celular de Samuel.
“Sorry por despertarte a esta hora,” me disculpo. “Necesito que anotes la placa que te voy a dictar, y me averigües todo lo que puedas de su propietario con tú amigo en el Tránsito. Lo necesito mañana a primera hora,” agrego, y le explicó el por qué.
Lo que sí no me sorprende es que Leo vaya a participar en la fiesta de Virgilio. Tan pronto mi turno termina no demoro ni un minuto en abandonar el club y dirigirme a la primera agencia de alquiler de autos que encuentro abierta a esas horas. Rento el modelo más genérico y discreto disponible y en él regreso al establecimiento, que ya está cerrando sus puertas. Me estaciono en la esquina más apropiada para vigilar el estacionamiento. Bostezo.
Lo siguiente que sé es que me he quedado dormida, pero ignoro cuánto tiempo. Me despierta el pito de la 4Runner de Virgilio, quien insulta a un conductor que casi lo choca al salir del local. Detrás de él aparece el Renault de Leo, que toma su propio rumbo. Enciendo el motor y lo sigo. Con las luces apagadas. Ninguna precaución es excesiva. Ésta es una oportunidad que no tendré dos veces.
Leo se va directo a su casa en Santa Clara. Las luces se apagan y supongo que ha ido a dormir. Mi mente también se apaga por otro rato, y cuando vuelvo a abrir los ojos ya el sol me está haciendo sudar a través del parabrisas. De inmediato me fijo en la casa. El Renault sigue ahí. Mi estómago protesta. Quiero un café gigante y un club sándwich. Pero no puedo moverme de aquí.
Media hora más tarde Leo sale de su casa, vestido de una forma mucho más conservadora que en las noches. ¿Trabajará en una oficina? Aborda el Renault y lo sigo con facilidad entre el tráfico matutino hasta su destino.
Samuel llama a mi celular. “El hombre que buscas es Leopoldo González,” me informa. “Y no te imaginas a qué se dedica.”
“Déjame adivinar,” lo interrumpo, aunque haré trampa. Después de todo, acabo de ver a Leo entrar a la Policía Técnica Judicial.
Peor aún, esta noche no tendré oportunidad de lograrlo. Me he enterado que a veces, cuando Virgilio está de ánimos, organiza ‘fiestas privadas’ para sí mismo con algunas de las bailarinas. Se lleva unas cuantas botellas del bar y se encierra—adivinen dónde—en su oficina. Sé esto porque Belén trató de insinuarme que las acompañara. Donna saltó en mi defensa y llegó casi a insultarla antes de que yo pudiera declinar la invitación.
El humo de cigarrillo concentrado afecta mis ojos, así que en mi break opto por salir al estacionamiento a ordenar mis ideas. Samuel tiene razón. Cada día que dejamos pasar aumentan las posibilidades de que la situación con Caridad se complique. Pero no tengo el feeling de que ella sea una chantajista, ni siquiera cómplice. Me lo esperaría de varias otras bailarinas de Babylonia, pero no ella.
Mi quijada llega casi a estrellarse con el pavimento cuando veo aparecer el Renault verde que me ha seguido últimamente y estacionarse como si nada en el parking del club. Las orejas parabólicas que de él descienden son inconfundibles: Leo es su conductor. Mi mente empieza a procesar la información a alta velocidad, y los músculos de mi cuerpo se van tensando para la inevitable confrontación. Pero Leo pasa a mi lado como si nada. Bajo sus párpados caídos sólo porta la habitual mirada desconfiada de todas las noches. Me saluda con un frío movimiento de la cabeza y entra a Babylonia. No hay un ápice de hostilidad de su parte hacia mí. Pero mis músculos se rehúsan a relajarse. El encuentro me parece incongruente, hasta que me percato de lo obvio: Leo no sospecha que ya yo lo he detectado siguiéndome. Por eso no le preocupa en lo más mínimo que yo lo haya visto llegar en el Renault. A lo mejor la noche no será un total desperdicio, después de todo. Con la mayor naturalidad posible tomo el número de la placa y llamo al celular de Samuel.
“Sorry por despertarte a esta hora,” me disculpo. “Necesito que anotes la placa que te voy a dictar, y me averigües todo lo que puedas de su propietario con tú amigo en el Tránsito. Lo necesito mañana a primera hora,” agrego, y le explicó el por qué.
Lo que sí no me sorprende es que Leo vaya a participar en la fiesta de Virgilio. Tan pronto mi turno termina no demoro ni un minuto en abandonar el club y dirigirme a la primera agencia de alquiler de autos que encuentro abierta a esas horas. Rento el modelo más genérico y discreto disponible y en él regreso al establecimiento, que ya está cerrando sus puertas. Me estaciono en la esquina más apropiada para vigilar el estacionamiento. Bostezo.
Lo siguiente que sé es que me he quedado dormida, pero ignoro cuánto tiempo. Me despierta el pito de la 4Runner de Virgilio, quien insulta a un conductor que casi lo choca al salir del local. Detrás de él aparece el Renault de Leo, que toma su propio rumbo. Enciendo el motor y lo sigo. Con las luces apagadas. Ninguna precaución es excesiva. Ésta es una oportunidad que no tendré dos veces.
Leo se va directo a su casa en Santa Clara. Las luces se apagan y supongo que ha ido a dormir. Mi mente también se apaga por otro rato, y cuando vuelvo a abrir los ojos ya el sol me está haciendo sudar a través del parabrisas. De inmediato me fijo en la casa. El Renault sigue ahí. Mi estómago protesta. Quiero un café gigante y un club sándwich. Pero no puedo moverme de aquí.
Media hora más tarde Leo sale de su casa, vestido de una forma mucho más conservadora que en las noches. ¿Trabajará en una oficina? Aborda el Renault y lo sigo con facilidad entre el tráfico matutino hasta su destino.
Samuel llama a mi celular. “El hombre que buscas es Leopoldo González,” me informa. “Y no te imaginas a qué se dedica.”
“Déjame adivinar,” lo interrumpo, aunque haré trampa. Después de todo, acabo de ver a Leo entrar a la Policía Técnica Judicial.
CONTINUARÁ...
EPISODIOS ANTERIORES
Episodio I: http://rfjplanet.blogspot.com/2006/10/el-candidato-indiscreto-episodio-i.html
Episodio II: http://rfjplanet.blogspot.com/2006/10/el-candidato-indiscreto-episodio-ii.html
Episodio III: http://rfjplanet.blogspot.com/2006/11/el-candidato-indiscreto-episodio-iii.html
Episodio IV: http://rfjplanet.blogspot.com/2006/12/el-candidato-indiscreto-episodio-iv.html
Episodio V: http://rfjplanet.blogspot.com/2007/01/el-candidato-indiscreto-episodio-v.html
Episodio VI: http://rfjplanet.blogspot.com/2007/01/el-candidato-indiscreto-episodio-vi.html
Episodio VII: http://rfjplanet.blogspot.com/2007/01/el-candidato-indiscreto-episodio-vii.html
Episodio VIII: http://rfjplanet.blogspot.com/2007/02/el-candidato-indiscreto-episodio-viii.html
Episodio IX: http://rfjplanet.blogspot.com/2007/03/el-candidato-indiscreto-episodio-ix.html
Episodio X: http://rfjplanet.blogspot.com/2007/04/el-candidato-indiscreto-episodio-x.html
Episodio XI: http://rfjplanet.blogspot.com/2007/04/el-candidato-indiscreto-episodio-xi.html
Episodio XII: http://rfjplanet.blogspot.com/2007/05/el-candidato-indiscreto-episodio-xii.html
Episodio XIII: http://rfjplanet.blogspot.com/2007/05/el-candidato-indiscreto-episodio-xiii.html
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