"Imagination is the one weapon in the war against reality."

Jules De Gaultier



jueves, 6 de marzo de 2008

El Candidato Indiscreto: Episodio XXIV

Me tomó tres días ubicar este apartamento. Cuando toco la puerta y me preguntan quién soy, respondo con el nombre de una floristería popular. La puerta se abre con ingenuidad, y Caridad me contempla con la boca abierta.

“¿Quién es, cariño?” Oliver Coronado entra en escena, y queda perplejo al reconocerme.

“¿Ya desayunaron?” Les pregunto con una gran sonrisa. “Traje donuts.”

Ellos aportan sendas tazas de café y yo les explico en dónde fallaron. “Tanto las fotos como las cartas de recomendación las imprimieron en el partido,” señalo. “¡Y esa impresora está defectuosa! De ahí, la cosa fue fácil. La primera vez que encontramos sus huellas digitales en la foto—” Le digo a Oliver. “—asumimos que las había manipulado al recibirlas. No se nos ocurrió que estaban ahí desde el momento en que las imprimió.”

“Yo nada más quiero salirme de la política de una buena vez,” confiesa Oliver. “Esa vida me tiene exhausto. Pero esta gente que me está respaldando… Si les echo ese balde de agua fría, van a querer desquitarse. Y no sólo a mí me pueden perjudicar. Tengo que pensar en mi hija, que tiene que terminar su universidad y hacer su vida profesional. Necesito mejorar nuestra relación.”

“¿Lucero sabía?”

Oliver asiente. “Es la única, además de nosotros dos, que conocía el plan. Nunca se me ocurrió que contratarían a una detective y que se armaría semejante enredo. Jamás quise poner tu vida en peligro, Sabrina.”

“¿Y qué piensa Lucero de su relación con Caridad?”

Oliver le lanza una sonrisa paternal a la bailarina. “No lo aprueba, por supuesto;” admite. “Y la entiendo perfectamente. Caridad y yo… Nos tenemos mucho cariño, pero ambos sabemos que esto no va para ningún lado. Como se dieron las cosas, la pobrecita es la única que se quedó sin coartada. Así que la traje a este apartamento para que se oculte hasta que las cosas se calmen. Entonces le compraré un pasaje para que regrese a Colombia y esté con su familia.”

“Oliver es muy generoso,” Caridad le acaricia la cabeza. “También me va a dar un fondo para que comience la universidad.”

“¿Y ahora, cómo escapará de la política?” Le pregunto a Oliver.

“Aún no lo sé,” él admite. “Tendré que idear una forma más… honesta.”

Del bolsillo de mi pantalón saco el memory stick con la evidencia y se lo entrego a Coronado. “¿Le va a decir a alguien?” Inquiere temeroso.

“No veo por qué,” lo tranquilizo. “Mi labor ha terminado.” Miro a Caridad. “Sólo hazme un favor, ¿sí, Cari? Comunícate con tus amigas y déjales saber que estás bien. Andan muy preocupadas por ti.”

Nos despedimos, le deseo suerte a ambos, y salgo del edificio satisfecha. Ahora sólo me queda una cosa por hacer para cerrar el expediente.

Unas noches más tarde, Belén y Donna me ayudan a colarme a Babylonia. Hemos elegido un día en el que Virgilio no está presente. Él anda muy ocupado con los problemas legales que le han caído encima a raíz de las actividades ilícitas que se desarrollaban en su negocio. La concurrencia ha disminuido a un treinta por ciento; la clientela de estos sitios valora la discreción, y no les hace gracia el reciente escándalo. Pero siempre hay un puñado de degenerados a quienes ese tipo de cosas se les resbala.

Ni Donna ni Belén se explican por qué he vuelto con mi antiguo uniforme de mesera, ni por qué finjo que aún laboro ahí, atendiendo a los clientes. Pero el objetivo se hace claro cuando un borracho me da una palmada en la nalga.

“¡Mami!” Me dice.

“¡Mi nombre no es mami!” Le advierto al verter una cubeta de hielo en su entrepierna. “¡Mi nombre es Sabrina Saavedra!” Soy una investigadora privada. Y abandono Babylonia por última vez en medio de una ronda de aplausos.



FIN


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