"Imagination is the one weapon in the war against reality."

Jules De Gaultier



domingo, 9 de agosto de 2009

Síndrome de Michael Corleone

Este fin de semana revisé el capítulo 10 de mi proyecto IT, y al hacerlo recordé que en el 2007, cuando escribí una escena crucial en dicho capítulo pensé en una entrevista a Francis Ford Coppola que en algún momento habré visto en la cual contaba cómo Mario Puzo y él discutieron acerca de la escena en la cual Michael hacía matar a Fredo debido a que se corrían el riesgo de que con esa acción Michael irreversiblemente perdiera la simpatía de la audiencia.

Todavía no soy lo suficientemente ególatra como para compararme con Puzo, pero cuando escribí la susodicha escena me acordé de ellos pues uno de mis protagonistas toma una acción bastante drástica que—pese a estar las cien páginas que le anteceden sembradas de pistas que advierten ese resultado—lo pone en riesgo de ganarse la antipatía de sus lectores cuando aún le queda media novela por recorrer.

Volví a considerar ese dilema cuando releí la escena hoy. Es muy arriesgada, pero creo plenamente que es la forma en que dicho personaje reaccionaría, y una vez más quedé convencido de que no hay otro desenlace razonable para esa confrontación. Ya declararán en su momento los lectores si Junior logra redimirse posteriormente o no.

Toda esta reflexión me puso a pensar: ¿Alguna vez te ha sorprendido negativamente una acción de un personaje a tal punto que te impidió identificarte con el relato durante el resto de la historia? Si tu respuesta es afirmativa, cuéntame cuál fue el caso, ya sea como un comentario directo en este blog o escribiéndome a ramonfjurado@gmail.com.

1 comentario:

Anixa Santizo dijo...

Interesante tu pregunta Ramón.
Algo así me pasó con la "saga" aunque el autor dice que es la novela gemela del "Inquisidor" de Patricio Sturlese. En esa novela que es la Sexta Vía, los personajes son tan ambivalentes al igual que en su predecesora, que quedas mínimo apoyando decisiones que normalmente no harías como persona. Un ejemplo corto, terminé diciendo: bien hecho a un tipo que mató a otro que había matado a una tercera persona, todo por religión. ¿O sea? ¿Qué me pasó? Por un momento me detuve a pensar, después del suspenso y el ¡wao! de la acción sucitada. Dios, le dije yupi a un terrorista. No puede ser, me decía.
Creo Ramón que todo se reduce en la forma como se desarrolla y crece el personaje en su obra en su entorno y todo lo que pasa por él. Puede que al principio nos enojemos con la decisión del personaje, pero si le tenemos cariño depende de cómo lo has hecho, elaborado, al final el lector termina perdonando esa "pequeña indiscreción".
Otro ejemplo, era mi protagonista Angelo D'grasso, lo estimo a pesar de sus defectos y virtudes, un monje inquisidor que tuvo una relación amorosa sin quitarse su sotana. Para una persona religiosa de fe sería la apocalipsis, pero después el personaje hace cosas que hacen que el lector le coja cariño.
Todo se reduce a una verdad relativa, en el fondo vivimos con valores que parecen ser relativos. Te recomiendo esas dos novelas para que veas y valores esos personajes que como dice su autor son humanos.
bye.
alpha_134@hotmail.com