"Imagination is the one weapon in the war against reality."

Jules De Gaultier



lunes, 1 de agosto de 2011

¡Peligro! Zona de Descarga de Trama

“Dan, I’m not a Republic serial villain. Do you seriously think I’d explain my masterstroke if there remained the slightest chance of you affecting its outcome?”
Ozymandias
Watchmen
1987

El capítulo 25 de EP11 ha resultado una pequeña victoria personal.  No es el clímax de la obra ni contiene el momento catártico de un personaje principal, pero sí es uno de los puntos de pivote más importantes de la historia—quizás el más esencial.

A lo largo de 350+ páginas he sembrado un enigma al estilo “Da Vinci Code”.  No es sobre temas religiosos ni es tan elaborado como los de Dan Brown, uso la analogía sólo porque recoge a personas y eventos históricos para interpretarlos e inclinarlos hacia mis propósitos ficticios, abarcando sucesos que se desarrollan desde 1908 hasta 1960.

Los párrafos de ese capítulo avanzaron a buen ritmo hasta que me topé con un dilema: La dirección que había tomado básicamente me conducía a un personaje que se levantaba a dar un discurso y explicaba la fórmula del misterio.  Peor aún, su audiencia ya sabía el 70% de la información que él iba a recitar, lo cual hacía la charla aún más conveniente e inconvincente (Nada más le faltaba exclamar al final: “I expect you to die, Mr. Bond!”).  Me había estrellado con la archienemiga del narrador, la temida EXPOSICIÓN, famosa por su habilidad para descuartizar el ritmo de un relato… Si no hallaba una alternativa a que este personaje simplemente descargara la trama durante tres páginas entonces mejor borraba el archivo Word de la novela y dedicaba mis esfuerzos a escribir un compendio de haikus.


Afortunadamente la solución no se hizo de rogar.  La estructura existente del capítulo sirvió como fuente de inspiración: Ya que saltaba en el tiempo a momentos cruciales a lo largo de tres años, vislumbré la oportunidad de alargar los desplazamientos temporales a los instantes en que los autores del misterio en cuestión tomaban las decisiones que le darían forma al enigma. Esto no sólo encajaba en la estructura del capítulo sino que lo hacía más dinámico, nos ahorraba el tedio de ver al mismo personaje escena tras escena y hacía impredecibles los brincos por el tiempo, ya que ahora no se puede adivinar si la siguiente página te llevará hacia adelante o si te empujará al inicio de siglo.

Lo más importante es que esta variación me permite abordar la exposición no desde el ángulo de la información sino de la perspectiva del personaje.  Todos los datos necesarios para deshilvanar el misterio siguen ahí, pero de esta forma no tienes a alguien relatándotelos ni me veo forzado a insertar un puñado de párrafos descriptivos que desaceleren los eventos. En lugar de exposición ahora tenemos acción: Una mujer en duelo por la muerte de un amigo testarudo, un hombre que le lega sus sueños a su hija en la última noche de su vida, un muchacho que supera sus propias limitaciones para impresionar al mentor que se ha convertido en su padre sustituto.  Toda la exposición continúa ahí, pero ahora no la vemos porque nos enfocamos en el estado emocional de cada uno de estos actores.

La parte más divertida de este replanteamiento fue que propició dos de las páginas más deliciosas del proyecto.  Todo el misterio que he mencionado orbita alrededor de un personaje histórico que vivió antes que mis protagonistas.  Este personaje no iba a aparecer en la obra, otros simplemente hablarían de él.  Pero no aguanté la tentación que me insinuó esta estructura y lo introduje en una sola escena concisa en donde presenciamos su reacción íntima inmediatamente después de “el evento”.  Aquí también hay exposición, sus cavilaciones nos revelan la magnitud de lo que están a punto de descubrir cincuenta años después.  Pero lo que presenciamos es a un hombre carcomido por la culpa de un error, desesperadamente buscando señales en cotidianidades como una simple paloma posada en su ventana.  Esto humaniza a quien otrora sólo habría sido un nombre venerado.  La parte deliciosa, sin embargo, es que este instante que compartimos con él le aporta una generosa dosis de ironía a la historia.  Descubrimos que todas las interpretaciones que los protagonistas han venido haciendo de sus intenciones no se aproximan a lo que él realmente deseaba porque, como ya comentamos, todas estas interpretaciones estaban filtradas por los anhelos de sus mundos interiores.

La historia de esta novela ha estado rebotando entre mis neuronas por lo menos desde el 2007, pero no fue sino hasta las últimas dos semanas cuando concebí un capítulo 25 superior a lo que había imaginado durante estos años, que además me permitió ajustarme a los hechos históricos con mucha más precisión de la que había supuesto posible.  En esta ocasión tuve suerte de que las musas se dignaran en susurrar a mi oído, y es evidencia de que por mucho que planifiques un relato la única certeza brotará cuando te sientes a escribir… (por horas, sin distraerte entrando a Facebook, viendo videos en YouTube o descargando wallpapers de Megan Fox).

Esta vez tuve suerte, pero replantear el capítulo desde la perspectiva de los personajes me exigió también enfatizar algunas cosas y omitir otras, por lo cual dentro de unas semanas volveré a enfrentarme con una porción menor de exposición deferida.  Afortunadamente la novela lleva insertos documentos “pseudo-oficiales” que son maravillosos para transmitirle datos al lector.  Si éste fuera un guión, recurriría a su equivalente: Segmentos de noticieros o documentales  entre las transiciones de las escenas.  En todo caso, seguiré alimentando mi tenue esperanza de que algún día se me ocurra alguna solución tan genial y sencilla como la que usó Alan Moore cuando puso a monologuear al principal antagonista de Watchmen


En la recreación de Zack Snyder pueden apreciar mejor el formidable efecto de los famosos 35 minutos de Ozymandias.

Un ejemplo magistral de exposición nos lo dio el talentoso Joss Whedon quien en la película Serenity no sólo tenía que informarle a su audiencia la historia de la expansión de la humanidad por la galaxia, presentar los complejos antecedentes del personaje River Tam, e introducir al antagonista del film, sino que además tenía que actualizarla con toda la premisa de la serie de TV Firefly que precedía al largometraje.

En respuesta a este titánico desafío Whendon abrió la película con una formidable secuencia que en tan sólo nueve minutos logra todos estos objetivos redefiniendo constantemente su perspectiva: Una voz en off sobre un montaje de imágenes resulta ser una lección en un salón de clases que a su vez resulta ser el recuerdo de una paciente en una sala médica que a su vez resulta ser un holograma informativo para el antagonista.

He pasado los últimos días buscando esta secuencia en Internet para mostrárselas, pero no he tenido éxito.  Igual los invito a que alquilen el DVD de Serenity; además de la muestra comentada verán una de las mejores películas de ciencia ficción de los últimos años.  En compensación, los dejo con este clip de The Incredibles en el que Syndrome hace una elocuente demostración de los riesgos del monologueo…


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