"Imagination is the one weapon in the war against reality."

Jules De Gaultier



martes, 26 de julio de 2011

Mundos Interiores

Hace unos días una amiga me preguntó “¿por qué no escribes de lo que sabes?”.  Si la memoria no me falla le acababa de describir la fantástica premisa de mi proyecto actual.  Mi respuesta fue larga y elaborada y no planeo reproducirla aquí, pero al día siguiente por absoluta casualidad me tocó escribir una escena que provee una respuesta mucho más clara y elegante.

En una bodega apropiadamente clandestina se reúnen cuatro personajes tras realizar una exitosa redada a una base secreta del complejo militar estadounidense.  Por supuesto que esto se deriva de mi inmensa experiencia dirigiendo a un equipo de mercenarios en operaciones internacionales ilícitas… Pero curiosamente nunca se me ocurrió describir la redada en sí.  Desde el principio planeé retratar el reencuentro posterior.

Lo que obtuvieron en la redada es sumamente relevante para la trama—es un ingrediente imprescindible de mi McGuffin—y por eso la escena es requerida.  Pero si hubiera optado por el robo, habría tenido un par de páginas de sudor, sangre, balas, explosiones, y gritos (y quizás un par de helicópteros).  Sin embargo, preferí escribir sobre cuatro hombres conversando alrededor de un camión.


En esta escena vemos que el organizador de la operación está sumamente ansioso, aunque se esmera por no exteriorizar lo que siente.  Dos hombres se felicitan por un trabajo bien hecho y lamentan la pérdida de un compañero, pero simultáneamente se estudian mutuamente, buscando en su lenguaje corporal alguna señal que corrobore la desconfianza que se inspiran recíprocamente pero que jamás admitirían en voz alta.  Otro de ellos siente el mismo júbilo por la victoria, pero sus antecedentes culturales le impiden exteriorizarlo con la misma espontaneidad fraternal de los demás, y los observa al margen incapaz de imitarlos.  La escena termina cuando uno de ellos le hace un obsequio generoso a otro.  Pareciera un gesto de agradecimiento, pero en verdad es una muestra de la habilidad del primero para la manipulación, ya que ha descifrado los refuerzos precisos que debe aplicar para garantizar la obediencia del segundo.

Estos hombres están reunidos por un objetivo en común, pero sus mundos interiores  transforman radicalmente la experiencia de cada uno, impidiéndoles generar una verdadera sinergia.  Este doble discurso de la interacción social se desarrolla en circunstancias extraordinarias, pero es idéntico a lo que cualquiera de nosotros vive diariamente en todos los ámbitos, desde la oficina hasta la discoteca.  En este sentido sí estoy escribiendo acerca de lo que conozco y, más importante aún, si lo logro adecuadamente haré que el lector se identifique y conecte con los personajes de una forma que no sería posible si simplemente los describiera intercambiando disparos con los militares.

Aclaro: No hay nada malo con las balas y las explosiones, y si aparecen helicópteros mejor aún.  Pero para cuando llegamos a esos eventos es vital que primero hayamos acompañado a los personajes en situaciones como la descrita para que nos importe lo que les está sucediendo.  Usaré otro ejemplo: La serie de televisión 24 a menudo era descaradamente over the top, pero la razón que nos hacía sintonizarla semanalmente era que simpatizábamos con Jack Bauer y los terribles sacrificios que constantemente tenía que hacer por su nación.  Dudo mucho que Robert Cochran y Joel Surnow tengan experiencia de primera mano impidiendo que terroristas detonen bombas atómicas, desaten armas biológicas o asesinen a presidentes.  Pero fue su dominio de esta regla de la ficción lo que les permitió permanecer exitosamente al aire durante ocho temporadas.

Justo ayer la única escena que escribí también ilustra este principio: La noche anterior Nico y Nanda estaban tan exhaustos que se quedaron dormidos mientras planeaban la estrategia del día siguiente.  En la madrugada, sin tener consciencia de lo que hacía, Nanda acabó recostando su cabeza sobre él.  Al amanecer Nico despierta primero y al descubrirla se queda muy quieto contemplándola.  Huele su cabello pero no se atreve a tocarla—no quiere que ese momento se acabe y, además, consciente del duro camino por delante quiere custodiar el sueño apacible de Nanda lo más posible.  Cuando ella despierte, él fingirá que sigue dormido.  Luego recogerán sus cosas y partirán a una de las mayores escenas de acción del libro.  A estas alturas ya sabemos que Nico siente algo por ella, que se ahorraría una tonelada de problemas si fuese capaz de decirle ‘no’.  Pero hasta ese momento no sabemos si él simplemente busca meterse en sus pantalones.  Gracias a esta escena cuando lleguen al punto en que hordas de adversarios intenten matarlos, los lectores recordarán la ternura del momento y sabrán el amor que está en riesgo.  O, por lo menos, así será si logré escribirla bien… J

Si continúo escribiendo a este ritmo pronto llegaré a los capítulos “Michael Bay” de la obra, pero por ahora me estoy divirtiendo con los capítulos “Aaron Sorkin”.

A propósito, hay otra razón por la cual me abstengo de mostrar la susodicha redada en la novela: La base americana en cuestión es muy “famosa” en la vida real y protagoniza muchas teorías de conspiración.  No importa si amaneces en tu día más creativo; también es esencial reconocer aquellas instancias en las que la imaginación del lector será tu mayor aliada…

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