"Imagination is the one weapon in the war against reality."

Jules De Gaultier



jueves, 2 de mayo de 2013

¿Fe de Erratas?


Yo traté.  Hice mi mejor esfuerzo.  Pero simplemente no estoy cableado para lograrlo.  Y la coyuntura es propicia para hacer un mea culpa público.

            En la década que ha transcurrido desde la publicación de Mirada Siniestra de vez en cuando me tropiezo con un debate lateral acerca de mi empecinado uso de las “comillas” para distinguir los diálogos de los personajes, que son prominentes en mi técnica narrativa.  Incluso recuerdo que cuando aquella novela llegó de imprenta, justo antes de que estuviera disponible al público, me sentí cohibido frente al primer cuestionamiento sobre esta práctica.  En castellano la formalidad es utilizar —guiones— cuando los personajes hablan, las comillas se emplean cuando escribes en inglés.  Y la diferencia no sólo radica en el símbolo; su ubicación entre los diálogos también varía entre los dos idiomas.

            La verdad es que yo siempre he estado consciente de esta distinción y mi inclinación hacia las comillas es plenamente deliberada.  Llevo más de la mitad de mi vida leyendo ficción en ambos idiomas.  Es más, cuando conocí al Profesor Ricardo Ríos al comienzo de mi etapa universitaria él me alentó a leer más en español, pues en aquel entonces casi todas las obras que me interesaban eran en inglés y eso estaba teniendo repercusiones adversas cuando redactaba en mi lengua materna.  Desde entonces he procurado alternar libros en ambos idiomas para mantener el balance.  Siempre que puedo evito leer la traducción de una obra (lo que no me fue posible con Millenium, por ejemplo).

            Pero lo que no puedo sustentar con argumentos válidos es por qué prefiero las comillas.  Cuando gateaba literariamente usé los guiones pues fue lo primero que conocí en los libros.  Pero en algún momento de mi adolescencia decidí transfugarme al partido de las comillas y hasta el sol de hoy no me he retractado de esa decisión.  Pero, ¿por qué esa lealtad tan arbitraria?


            Honestamente, porque siento que las comillas son más cool.  Eso es todo.

            No tengo argumentos de peso para defender su validez por encima de los guiones ni puedo listar beneficios estructurales adicionales que ellas ofrezcan.  Mi instinto me dice que comillas para diálogos (e itálicas para pensamientos) debería ser el orden natural de las cosas.  Y no tengo la más remota idea de por qué.

            Esta afirmación merece un breve análisis.  Nuestras preferencias son irreversiblemente definidas por la ficción que consumimos en fases tempranas de nuestras vidas.  Para mí A Good Day to Die Hard jamás será tan emocionante como la primera Die Hard simplemente porque ésta la vi cuando tenía nueve años y la primera a los treinta y tres.  Greg Rucka creó su impactante serie Queen & Country en homenaje al programa británico The Sandbaggers que veía cuando salía de la escuela.  Por mucho que me guste Dexter jamás le tendré la misma reverencia que a Hannibal Lecter.  En mi mente persiste la frase “Chyna Shepherd, untouched and alive” aunque sólo leí Intensity de Dean Koontz una vez cuando estaba en secundaria.  Pierce Brosnan no fue mejor James Bond que Sean Connery pero lo identifico más con el personaje porque fue el primero que vi en el cine.  Fringe cuenta con una estructura inmensamente más admirable que The X-Files pero los lustros que separan estas series impiden que me identifique más con Peter Bishop que con Fox Mulder.  Podría escribir un ensayo larguísimo sobre este fenómeno, pero la conclusión es sencilla: Esta interminable hilera de dominós de inspiración garantizan que cada generación produzca mejor ficción que la previa.  Por eso once años después The Dark Knight eclipsó las aberraciones de Batman & Robin.

            Lo anterior me hace sospechar que refugiado en mi subconsciente se encuentra alguna novela que leí a temprana edad, en inglés, y cuyo contenido me impactó tanto que generó en mí la persistente convicción de que no hay nada más cool que las comillas en lo que a diálogos se refiere.

         Durante los últimos meses he estado puliendo un proyecto que ya tenía bastante avanzado (llamémoslo AGR por ahora) y por ciertas circunstancias decidí ceñirme a los formalismos del lenguaje y utilizar los guiones.  En gran parte esto consistía en la tediosa pero simple tarea de reemplazar las comillas con guiones. 

Sin embargo, la obra requería de aproximadamente cuarenta páginas nuevas, y me propuse escribirlas directamente con los controversiales guiones.  Sonaba sencillo, pero resultó una pesadilla.  La redacción era lenta y tortuosa, las ideas no fluían desde mi imaginación al monitor lo suficientemente rápido y lo peor de todo era que los diálogos me salían torpes y acartonados.  Después de un puñado de días intentándolo tiré la toalla y escribí el resto con comillas.  El alivio fue inmenso… ¡El mundo había recuperado su sentido!  (Tras concluir, revisé esas páginas e hice la sustitución por guiones.)

Simplemente no estoy cableado para los guiones, así que aquí va: Mi nombre es Paco y soy un comilla-hólico empedernido.  Que me crucifiquen los críticos.  Pero esto es un ejemplo de que, por mucho trabajo intelectual que implique la elaboración de una novela, hay que reconocer que simultáneamente existen muchos procesos inconscientes que infectan sus páginas.

Los años han transcurrido y, aunque a veces la cuestión asoma, han sido muy pocas las veces en que mi preferencia ha sido cuestionada.  Una editorial que evaluó el borrador de mi nueva novela, IT, incluyó en su informe escrito lo siguiente: El problema con los guiones, es que cuando un personaje “habla” y requiere hacer mención de un documento, se va a equivocar con las dobles comillas; tocaría hacer uso de las “comillas españolas”.  El exceso de comillas puede llegar a cansar al lector.  En lo personal creo que esto es subestimar a la audiencia.  El Profesor Ríos favorece la idea de no utilizar símbolos para distinguir los diálogos, al estilo de Saramago, pero mi arrogancia no alcanza para compararme con semejante autor.

¿Qué opinan ustedes?  ¿Les perturban mis comillas?  ¿Siquiera les importa qué símbolo se utiliza?  Me encantaría conocer sus opiniones.

A fin de cuentas, mientras que en su imaginación las letras desaparezcan y empiecen a oír las voces de los personajes, me declaro plenamente satisfecho…

1 comentario:

Unknown dijo...

La ventaja de los guiones para los dialogos, es que permite reservar las comillas para poner información sugerente, como por ejemplo: los políticos son "honrados", "honrados" está entre comillas para dar a entender lo contrario. La ventaja de las comillas para los dialogos, es que permite poner información adicional entre guiones, cosa que en el caso de usarse guiones en los dialogos, se tendría que recurrir a los parentesis.