"Imagination is the one weapon in the war against reality."

Jules De Gaultier



martes, 2 de febrero de 2010

Si Tres Generaciones Coinciden...

El mes—según indica la nota que hice al final—fue Enero del 2007. Recuerdo vívidamente que fue un fin de semana que pasé desde el viernes cuando llegué del trabajo hasta casi la medianoche del domingo escribiendo el final de la novela a la cual me he referido desde entonces como IT. No fue del todo un trastorno mental. Sí recuerdo haberme detenido para dormir cada día y, de vez en cuando, en el momento en que una idea se me atascaba, salía a correr una o dos vueltas alrededor de la cuadra mientras la analizaba. En mi experiencia, así son los desenlaces. Puedes escribir una novela en pedazos a lo largo de muchos meses, pero el ritmo del final te impide dilatarlo. (El desenlace de Mirada Siniestra, por ejemplo, lo coreografié entre cajas pendientes en el apartamento al cual recién me había mudado…)


Todo lo anterior suena excepcionalmente genial… excepto cuando NO FUNCIONA. Le di a leer la novela a tres personas (no simultáneamente) que, sin intención, representan tres generaciones consecutivas. Y las tres personas regresaron a mí cuestionándome sobre la motivación detrás de una situación crítica en el desenlace.

Esto no era del todo inesperado. La base conceptual de la novela es precisamente las sutilezas dentro de las emociones humanas que se imponen sobre la razón al momento de tomar decisiones críticas. Y mi intención es que al terminar la novela el lector se tome un instante, asimile todo lo que leyó, y entonces llegue al momento en que piensa: “¡Vaya la $%&*!”  Después de todo, considero que hoy en día tenemos que construir sobre la elipsis que ya está cableada en la mente de la audiencia. Pero nunca estuve interesado en que su reacción fuera: “¡Hey! ¿Qué pasó aquí? Explícame…” Y eso fue exactamente lo que recibí.

El resultado obtenido conlleva a dos conclusiones lógicas:

Razonamiento 1: La novela fue leída por tontos. Naturalmente sus mentes no estaban a la altura de la complejidad de mi genio creativo y debieron entretenerse con basura como T******t porque sus cerebros no podían procesar mis referencias retorcidas a Saint Exupery, Sun Tzu, Karl Marx, el Budismo o el conductismo de Skinner. Estas tres personas deberían extenderme disculpas certificadas por haber desperdiciado su tiempo leyendo mis 450+ páginas. Sí, esta conclusión suena profundamente lógica, pero…

Razonamiento 2: Tres generaciones de lectores asiduos no entendieron mi propósito al terminar mi novela. Tres personas que, en total, probablemente han leído seis veces más de los autores sobre cuyas técnicas yo pretendo construir, y que no se inmutaron en repasar las 450+ páginas dentro de las cuales yo enterré claves “claras” que explican el final. Y entonces, ¿qué pasó con la teoría de Ariel Barría de la “novela estilo video-juego” con varios niveles? ¿Se descargó el joystick cerebral al final? O, ¿será posible… sólo remotamente posiblemente… que yo metí la pata?

¡Por supuesto que la metí! ¡Estaba destinado a meterla! Pasé dieciocho meses escribiendo la novela, pero probablemente más del doble con sus personajes en la cabeza. Los conocía con demasiada intimidad. Y en mi afán de ser sutil, suprimí demasiado. Para que el lector experimente lo que planeé con esta obra, tiene que entender los resultados tan pronto termina la historia para entonces sentirse motivado a retornar a sus páginas a apreciar las sutilezas ocultas.

Y entonces, ¿qué hacer? Descartar la novela. ¿Olvidarme de una idea que viene conmigo por lo menos durante los últimos seis años? ¡No! Había que reconstruir el final. Y la debilidad yacía en un personaje hacia el cual tenía una reverencia emocional, y sin planearlo tres años fue el tiempo suficiente para romper las barreras que erguí entre nosotros.

Acabé de redactar la novela entera en Enero del ’07, pero no fue sino hasta el miércoles 13 de Enero de 2010 que acabé de escribir el nuevo final de IT sin traicionar mi visión. Y resultó de lo más fácil, sólo fue cuestión de acercarme a los personajes y preguntarles tú por qué hiciste esto, cuándo decidiste hacer aquello, cómo te sentiste cuándo hiciste eso…

Y así nació una novela que satisface no sólo a mí, sino a dos de las tres generaciones que han leído el final. (Yo todavía sigo librando una batalla sinfín con adjetivos y sinónimos, pero esa es otra historia…)

Acabo de entregarle la novela a alguien a quien admiro mucho, y espero que cuando concluya su reacción sea: “¡Vaya la &*!”

Ojalá su reacción no sea: “¡Vaya la &*, Paco, cómo metiste la pata al final!” 

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