"Imagination is the one weapon in the war against reality."

Jules De Gaultier



miércoles, 21 de agosto de 2013

The Guardian investiga Impulsos Taliónicos












Un Anzuelo

"Empecé a repasar lo poco que sabía del sicariato, un mal endémico de la humanidad desde tiempos inmemoriales."


Gavyn Gray
22 de Enero de 2000, 17:01 BST

Cuartel de MI6 en Vauxhall Cross

Mientras la paranoia sobre el "Y2K" distraía a la mayoría de mis compatriotas, el año pasado me topé con una amenaza digna del nuevo Siglo XXI.  ¿O será una leyenda urbana?

Permanece fresca en nuestras mentes la tragedia que se suscitó en Ankara el año pasado, cuando el Primer Ministro de Turquía fue brutalmente asesinado en la noche de su cumpleaños. Estas líneas no bastan para encapsular el escándalo internacional que se desató en los días subsiguientes. Mi atención, sin embargo, fue atraída por las circunstancias extraordinarias de su muerte: Un proyectil solitario entró por su ventana justo cuando se aprestaba a dormir y segó su vida. Discutí el caso con un viejo amigo del SAS y tras plantearle los elementos me advirtió que el magnicidio tenía que ser obra de un profesional al nivel del venerado servicio del cual él es miembro.

Tras dos semanas de investigación intensiva descubrí un incidente aparentemente aislado que incitó a mi imaginación. Aquella noche fatídica dos guardias fueron asesinados en la frontera de Turquía con Armenia por balas identificadas como provenientes de una Uzi. ¿Se trataría del mismo asesino? La lógica insinuaba que el magnicida procuraría abandonar el país inmediatamente.

El problema es que no tenía más pistas con las cuales hilvanar una historia, pero la cuestión se quedó dando vueltas en mi cabeza y recobró prominencia cuatro meses después debido a la noticia del escandaloso asesinato de Giacomo Magliocco en Sicilia. Para los lectores que no reconocen el nombre, el desaparecido siciliano se reputaba como el capo di tutti capi del crimen organizado italiano que durante medio siglo fue infructuosamente investigado por las autoridades locales. Don Magliocco falleció cuando su residencia fue devastada por una explosión provocada por explosivo C-4.

Sangrientas luchas de poder no son inusuales entre los gánsteres de la Mafia, así que no tenía otro motivo para vincular este asunto con la tragedia en Turquía más que la teatralidad de su ejecución, que sonaba más a una novela de Ian Fleming que a un titular periodístico. Empecé a repasar lo poco que sabía del sicariato, un mal endémico de la humanidad desde tiempos inmemoriales.  ¿Sería esto obra de un mismo hitman y, en caso positivo, podría yo exponerlo?


Pasé varios días analizando el desafío hasta desarrollar una táctica probable. Por confidencialidad de mis fuentes no puedo revelar los detalles, pero cobré varios favores entre mis contactos para correr el rumor como un anzuelo tentativo en los sectores apropiados de que me interesaba contratar al hombre responsable de estos dos golpes. En retrospectiva suena absurdo, ¿no? ¿Cómo podría costearlo con un salario de reportero?

Los resultados fueron igual de ridículos. Semanas después las respuestas que regresaron a mí fueron negativas y burlonas: "Debes dejar de ver repeticiones de The Sandbaggers", "mejor abandona la prensa y métete a guionista", y réplicas similares. La conclusión era la misma: Semejante hombre no existía. En mi cumpleaños encontré sobre mi pupitre una cabeza de caballo de mentira, aludiendo jocosamente a mi búsqueda del asesino de la Mafia. ¡Hasta mi editor se burló y me ordenó no desperdiciar más tiempo en la historia!

Ya me había dado por vencido cuando una noche mientras compartía unas copas con una amiga en el pub The Gun cerca de Canary Wharf mi perspectiva cambió dramáticamente. Estaba haciendo espacio en mi vejiga para la siguiente ronda cuando de repente un hombre alto de cabello castaño y anteojos entró al baño, caminó directamente hacia mí y me dijo: "Debes suspender las preguntas sobre El Dingo."

Me tomó unos instantes comprender que este individuo, que se identificó sólo con el nombre "Greg", usaba ese apodo para referirse al hitman que a mí me intrigaba. Habría descartado la fantástica historia que me reveló si no hubiera demostrado sus bona fides al enseñarme su identificación como oficial de MI5.

Según Greg, El Dingo es el responsable de los dos homicidios ya mencionados y—más sorprendente aún—es un compatriota nuestro. Supuestamente es un destacado ex-agente de MI6 que se corrompió y decidió cambiarse a la profesión de sicario profesional. Greg me buscó ese día pues se había enterado de mis investigaciones y, dado que era un asunto de seguridad nacional para el gobierno de Su Majestad, era imperativo que las suspendiera para no entorpecer las labores del servicio de inteligencia por capturar a El Dingo.

Thames House, cuartel de MI5
A la fecha no he logrado obtener verificación independiente de esta historia. Mis intentos de conseguir la versión de Vauxhall Cross no han encontrado más que negativas, rechazos e indiferencia. En Thames House no he podido confirmar la existencia del tal Greg. De hecho, requerí todas mis habilidades persuasivas para convencer a mi editor de publicar este artículo.

Antes de salir del baño le comenté a Greg que si él se había enterado de mi investigación, probablemente El Dingo también estaría al tanto. "Probablemente," confirmó. Pregunté entonces si mi vida corría peligro, pero él me prometió que me mantendrían bajo vigilancia y si El Dingo intentaba algo en mi contra lo apresarían oportunamente. No nos dijimos más nada, pero pasé la noche en vela evaluando la precisión con la cual el Primer Ministro turco fue asesinado.

Ignoro si Greg era realmente un emisario de MI5 y yo me he vuelto un anzuelo dentro de un duelo de titanes, o si era un actor contratado por un colega para jugarme una broma de mal gusto. Pero estás leyendo estas líneas porque si realmente existe El Dingo espero que este artículo lo desaliente de acercarse a mí.

Quizás esta anécdota suene a ficción, pero los dos asesinatos del año pasado son una realidad indiscutible y el contexto de cada uno da fe de la existencia de un submundo mucho más complicado y siniestro que aquel en el cual nos desempeñamos a diario. Yo sólo recuerdo la reacción de mi amigo del SAS cuando le describí lo sucedido en Ankara, y anhelo a que las sombras de semejantes sujetos jamás se extiendan hasta mis noches de insomnio.



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